Carsten Korch

DE SOÑADOR A
EMPRENDEDOR

Un testimonio inspirador que presenta consejos a quienes necesiten motivación para iniciarse en el competitivo mundo del emprendimiento.

Mi propósito

Quiero animarte a seguir sus sueños

En un mundo de estructuras rígidas y caminos señalizados, soñar puede considerarse una locura. ¡Pero no estamos locos! Si estás dispuesto a seguir tus sueños y tomar riesgos para alcanzarlos, puedes encontrar algunos consejos en este libro. Déjame contarte mi propio camino, pues de cada aventura y de cada fracaso logré aprender una lección.

Play Video
Play Video

¿Quién es Carsten Korch?

Danés de nacimiento, Carsten vive en el Perú desde hace casi 20 años. Ha trabajado en turismo, marketing, ventas, publicaciones y en la industria musical, donde fue PR Manager de bandas como Metallica, Def Leppard y U2. En el 2003 comenzó Livinginperu.com y en el 2008 publicó su primer bestseller “101 razones para estar orgullosos del Perú”, que vendió 10.000 copias impresas y fue descargado más de 150.000 veces en su versión digital. 

Sé parte de su red de contactos:

Sobre el libro

Escrito de una manera ágil, “De soñador a emprendedor” engancha al lector desde la primera línea. Carsten repasa distintos momentos de su vida personal y laboral para dar un testimonio honesto que inspire a  las personas a seguir sus sueños. En él encontrarás anécdotas y aventuras que reflejan una manera de vivir: con pasión y sin miedo.

El libro está disponible en las librerías Crisol, El Virrey, Sur, Libun y en Amazon. En el día de su lanzamiento, vendió más de 2000 copia digitales.

Lee un capítulo

Consejo # 11: MANTÉN LA HUMILDAD

Volar con Metallica

La humildad no es pensar menos de ti mismo, 

es pensar menos en ti mismo.

C.S. Lewis 

Todo empezó como un cachuelo, vendiendo entradas para conciertos. A pesar de tener un trabajo estable y estarme abriendo paso en el negocio de la hotelería, mantenía la mirada atenta a nuevas oportunidades. Promocionar conciertos no me quitaba mucho tiempo, me generaba un ingreso extra y podía hacerlo a la par de mi trabajo en el hotel. Un día, el gerente de la productora de conciertos me preguntó si podía ir a recoger a una de las bandas al aeropuerto y, desde entonces, cada cierto tiempo me buscaba para que me hiciera cargo de algunos artistas que llegaban a Copenhague. Al comienzo, se trataba de las típicas bandas de chicos que tenían mucha popularidad en los noventa, como Take That y NSYNC; pero, poco a poco, fui ganándome la confianza de la compañía y los artistas que me asignaban eran más grandes: Michael Jackson, AC/DC, U2, Bryan Adams y Guns N’ Roses.

Pocos días antes de que tuviera que partir a Suiza para mi nuevo puesto, el representante de una disquera me contó que estaban buscando un gerente de promoción internacional para PolyGram, su sello discográfico. “Creo que es el trabajo perfecto para ti”, me dijo, y me confesó que ya me había recomendado y agendado una entrevista. Asistí a la cita y, por primera vez en los años que llevaba trabajando, sentí que la industria musical era mi destino. Fui a hablar con mi padre y a él le parecía riesgoso renunciar a un puesto al que me había costado llegar. “Carsten, yo creo que la hotelería es tu futuro; pero yo no puedo decirte cómo vivir tu vida”. Él sabía cómo era yo. Desde que era niño nunca me quedaba quieto, tenía esta motivación por conocer nuevas cosas, por probarme que era capaz de moverme con total libertad. “Es tu decisión”, dijo anticipándose a lo que estaba por venir. Al día siguiente, renuncié y acepté el trabajo en PolyGram Records (Universal Music).

Cuando mi compañero de trabajo Dennis puso cuatro discos de Metallica sobre mi escritorio… Yo nunca había escuchado su música. De la banda tampoco sabía mucho, excepto que su baterista, Lars Ulrich, era danés. “Escucha y aprende”, me dijo Dennis. Era mi primer día en PolyGram y esta banda de heavy metal era mi cliente más importante. Me puse los audífonos y pulsé play… Era la música más espantosa que había escuchado. Los cuatro discos eran de rock realmente pesado, cargado de notas bajas, con una guitarra al galope y una voz que pasaba del canto al grito gutural. Ahora me tocaba promover y vender su música. Era parte del negocio. Con el tiempo aprendí que, a veces, te toca mover artistas cuya música les gusta a audiencias más amplias y es muy fácil de vender, como Elton John o Bryan Adams. Otras veces, te toca trabajar con Metallica. Entonces tienes que entrar en la misma sintonía de las personas que disfrutan de esa música y llegar a ellos.

“Uno de los secretos del éxito es saber mantenerse humilde. No importa qué tan alto vueles, siempre serás humano y, por ello, vulnerable”.

Lars Ulrich era un músico peculiar. No solo era un genio de la batería y la base rítmica de una banda que crecía a toda prisa; también estaba enfocado en las relaciones públicas y el marketing que involucraba a la banda. Por ello, solía venir cada cierto tiempo a PolyGram para preguntar por los resultados de nuestras últimas campañas, por las apariciones en la prensa o por las ventas de los discos. Cada vez que escuchaba que Lars estaba en Dinamarca, actualizaba las cifras de los reportes y estaba preparado por si se presentaba en la oficina. Y un día lo hizo. Recuerdo que, al entrar a la sala donde nos citó, su imagen me pareció muy distinta a la que proyectaba sobre el escenario, donde se lo veía batir la cabeza y golpear la batería con una energía que lo dejaba sin aliento (no exagero: durante los conciertos, Lars se hacía espacios para reponerse porque mantener el ritmo de sus temas era físicamente extenuante). Fuera del escenario, era un tipo agudo, sencillo, amante del arte y hábil en los negocios. Era la primera vez que uno de los artistas mostraba algo de interés en mi trabajo y que podía ver cómo lo que yo hacía tras bambalinas sumaba a su éxito. Le presenté el plan de promoción para los próximos seis meses y los detalles de sus próximos conciertos en Europa. “Mañana partimos a Moscú —me dijo—. ¿Quieres venir?”.

La primera vez que subí a un avión con Metallica, no sabía dónde sentarme. Era un jet privado donde volaban los miembros de la banda —cuatro megaestrellas del rock—, el manager y, ese día, yo. Me sentía fuera de lugar y recuerdo que pensé: “Mantente humilde”. Me habían invitado a formar parte de un círculo íntimo, una experiencia con la que millones de personas solo podían soñar. Ya viajar en un jet privado es un lujo al que pocos acceden y yo lo hacía con Metallica, una de las bandas de rock más grandes del mundo. Era como una escena que ves en las películas, pero nunca se te pasa por la mente que vas a formar parte de ella. Y ahí estaba yo, siendo el protagonista de mi propia historia.

“Y aun cuando estaban en la cima de la fama, se mantenían serenos porque sabían que ningún lugar está garantizado y, así como habían subido, podían caer”.

Me senté en uno de los sofás con la banda y cuando el avión se preparaba para despegar, Lars se volteó hacia mí y me dijo: “Carsten, tienes que pasar una prueba para ver si puedes regresar con nosotros en el avión”. Me pasaron entonces un porrón, una botella para beber vino que tiene un pico como una regadera. La prueba consistía en pararse sobre la mesa y, mientras el avión despegaba, mantener el equilibrio dejando caer un buen chorro de vino en tu boca. Me paré sobre la mesa como quien se para sobre una tabla de surf y, cuando el avión se puso en movimiento, levanté la botella y dejé un hilo fino y constante de vino viajar hasta mi boca. No derramé una gota. “Esto debe de ser el rock and roll”, pensé. Sabía que era un regalo estar ahí y lo recibí con humildad. He visto a muchas personas de la esfera musical volar muy cerca del sol, dejarse seducir por el estrellato y darse demasiada importancia. Perdían la perspectiva. Y el mismo riesgo puede correrse cuando tenemos la ambición de triunfar rápidamente o cuando empezamos a recibir un poco de atención. Uno de los secretos del éxito es saber mantenerse humilde. No importa qué tan alto vueles, siempre serás humano y, por ello, vulnerable.

En mis días vendiendo entradas para los conciertos, no imaginé que terminaría trabajando con más de doscientas bandas. Puedo asegurar que ninguno de los músicos vendió millones de discos sin haber trabajado día y noche por escribir la letra perfecta, por llegar a la nota alta y por soportar giras que agotan el cuerpo. Y aun cuando estaban en la cima de la fama, se mantenían serenos porque sabían que ningún lugar está garantizado y, así como habían subido, podían caer. He jugado billar con Bryan Adams, he tomado una cerveza con U2 y, ese día, hice el primero de muchos vuelos con Metallica. Hasta hoy, lo que más me enorgullece de ese momento es haber mantenido los pies en la tierra.

Pedidos

Disponible en versión impresa o digital

Este libro ya está cumpliendo su misión de alentar a las personas a seguir sus sueños. Si buscas inspiración para hacerlo también, déjame ser parte de tu historia.

Más videos

Testimonios: Nuestros lectores opinan

RESERVACIONES

Contrata a Carsten para tu próximo evento